Hambre de Dios
- Rita Herrarte
- 28 may 2018
- 2 Min. de lectura

¿Tienes hambre? ¡Qué difícil! Qué difícil es cuando por algún motivo no podemos comer en algún tiempo de comida. La boca se nos seca, sentimos olor a comida sin existir y se nos antoja alguna cosa que hasta ni siquiera nos gusta. ¿No es cierto? Hay quienes pierden la paciencia con facilidad y se quejan constantemente sin la comida. Claro que es comprensible, es una necesidad básica, sin comida, sin nutrientes, sin energía, nuestro cuerpo empieza a resentir nuestro normal funcionamiento. Es importante comer a las horas establecidas y tener un orden en nuestros alimentos, comiendo a tiempo y las porciones adecuadas con vegetales, proteínas y carbohidratos ¿No?. Pero ¿Qué pasa con nuestra vida espiritual?¿nuestro espíritu se siente necesitado de Dios y desesperado por su presencia?¿Anhelamos de él, un día, un tiempo, que pasemos sin buscarle? El salmista dice lo siguiente en Salmos 42:1 (Reina Valera 1960)
"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía."
En lo personal, me admiro de aquellas personas que pasan muchos días sin asistir a la iglesia, sin buscar al Señor en un devocional diario. ¡Hasta dónde puede llegar nuestra apatía espiritual! sin tener necesidad de Dios. Buscarle es saciar nuestra hambre, es llenarnos de su dulzura, de su sal, de sus banquetes deliciosos. El famoso Salmo 23 dice en su versículo 5 (NTV)
"Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones."
Buscarle diariamente, tener necesidad del Señor, hambre de más del El, trae a nuestra vida, satisfacción, llenura y plenitud. Salmos 16:11 (Reina Valera 1960) dice:
"Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud
de gozo; Delicias a tu diestra para siempre."
El es quien sacia nuestra necesidad, él es nuestra provisión básica, el es el Pan de Vida que descendió del cielo. La porción que nos ha tocado, es nuestro rey y Dios. Esta comida y bebida es gratuita y está disponible para todo aquel que la desee, solo al alcance de una oración. Busquemos pues a la Fuente de nuestro sustento espiritual: Cristo.
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